Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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Comienza nuestra Madre las aportaciones de Adviento

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Con el II Domingo de Adviento, comenzamos la ronda de aportaciones de la comunidad, como un medio de formación y a la vez una oportunidad de que cada hermana exprese lo que siente. Lo que va asimilando en lectio y lectura.

Nuestra Madre Abadesa nos inició así:

Ya llevamos vivida una semana de Adviento en la que hemos ido preparando los caminos del Señor, que viene todos los días en cada una y en cada acontecimiento. Hoy se nos presenta otra semana con un gran mensaje: CONSOLACIÓN.

“Consolad, consolad a mi pueblo,

Habladle al corazón de Jerusalén…”

El pueblo de Israel se ha cerrado, olvidándose de la obra de Dios y el profeta Isaías utiliza esta expresión, de que Dios y su pueblo se pertenecen y están ligados por una alianza de amor, de misericordia.

A nosotras, como consagradas, el Papa Francisco nos confía esta misión, en este Año de la Vida Consagrada: “encontrar al Señor que nos consuela como una madre y consolar al pueblo de Dios. De la alegría del encuentro con el Señor, de esa respuesta generosa a su llamada, brota la consolación de Dios. El Espíritu Santo es el consolador, nos consuela en las pruebas y nos da la esperanza que no defrauda. Esta consolación se convierte en consuelo, aliento y esperanza para nuestras hermanas débiles y frágiles”. Estamos llamadas a transmitir consolación, llevar el abrazo de Dios, como la mamá a su bebé.

Qué mensaje tan bello el de Dios: CONSOLAD

¿Somos sonrisa y abrazo de Dios para las demás?

“Cuidad entre vosotras la vida de familia, el amor…que el monasterio no sea un purgatorio, sino una familia. Ahí está el Espíritu Santo vivo. Dejar pasar, soportar todo, sonreír desde el corazón”…gestos que nos van a ayudar para consolar y sembrar alegría, sonrisas…en esta tierra cada vez más fecunda de la comunidad.

Nos sentimos responsables cada una del crecimiento de las demás, así somos una fraternidad en comunión que experimenta el amor gratuito, libertad y alegría y confiando en el futuro.

Sigamos viviendo este Adviento con estas disposiciones y sepamos reconocer las llamadas que el Señor no deja de hacernos para que nuestra vida sea transformada y totalmente entregadas a Él. Que renazca la esperanza en nuestros corazones y vivamos con gratitud y alegría este tiempo de Adviento y Navidad prolongado a lo largo del todo el Año, especialmente dedicado a la vida consagrada.

 

Semana IV de adviento

 

En estos últimos días del Adviento, la liturgia nos invita a contemplar de modo especial a la Virgen María  que vivió  con intensidad única el tiempo de la espera y de la preparación del nacimiento de Jesús. Hoy deseo dirigiros estas palabras para que meditemos en María, sin olvidar a  San José.

 

Tres actitudes para vivir esta semana:

 

 

 

La escucha:

 

María “no dijo: ‘Yo haré según tu palabra’. Dijo: ‘Hágase en mí…’. Y el Verbo se hizo carne en su seno”.

 

“También a nosotras se nos pide que escuchemos a Dios que nos habla y que acojamos su voluntad; según la lógica evangélica ¡nada es más activo y fecundo que escuchar y acoger la Palabra del Señor! el Señor nos habla siempre”.

 

El silencio: está muy unido a la escucha.

 

El amado San  Juan Pablo II,  que era muy devoto de san José, nos ha dejado una admirable meditación dedicada a él "Custodio del Redentor". Entre los muchos aspectos, destaca el silencio que estaba salpicado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos.

Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.

Dejémonos "contagiar" por el silencio de María y  san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.

 

 

 

La entrega

 

“Así como hemos recibido gratuitamente, del mismo modo gratuitamente hemos sido llamados a dar; a imitación de María, que, inmediatamente después de haber acogido el anuncio del Ángel, va a compartir el don de la fecundidad con su pariente Isabel”.

 

Tenemos que darnos, entregarnos: Porque si todo nos ha sido donado, todo debe ser devuelto. ¿De qué modo? Dejando que el Espíritu Santo haga de nosotras un don para las demás. El Espíritu es don para nosotras. Y nosotras, con la fuerza del Espíritu, debemos ser dones para las demás; que nos permita llegar a ser instrumentos de acogida, de reconciliación, instrumentos de perdón, de alegría, de sonrisas, como es el objetivo propuesto para esta temporada

 

 “si nuestra existencia se deja transformar por la gracia del Señor…no podremos retener para nosotras la luz que viene de su rostro, sino que la dejaremos pasar para que ilumine a las demás”.

 

Que pasemos una santa y feliz semana.

 

 

 

 

 

 

 



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