Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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La paciencia

“El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos, lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con nosotros, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan” (2Pedro 3,9)

Cuando el sacerdote predicó en los Ejercicios espirituales de septiembre, habló muchas veces de la paciencia de Dios en su revelación al hombre. Me gustó mucho. Pero después, digo yo, que el Espíritu Sato seguía enseñándome sobre la manera de la cual Dios nos purifica en y con la paciencia.

Al ver cómo se vive la paciencia en nuestra comunidad, se ve que brota de Dios Padre paciente y amoroso. La madre Abadesa la recibe como lo dice San Benito, se cumple en su manera de vivir esta paciencia llena de amor. Las hermanas mayores, quienes lleváis mucho tiempo haciendo esta experiencia de paciencia y de amor, se ve que seguís el ejemplo de Dios y de la Madre Abadesa. Admiro vuestra paciencia, mientras nosotras estamos aprendiendo esta vida.

Nosotras, que estamos comenzando la vida monástica, vivimos la paciencia de otra manera: luchar contra nosotras mismas e intentamos soportar la paciencia de Dios, porque al ver nuestras faltas, nos gustaría llegar a vuestro nivel de ser; nos gustaría que Dios nos convirtiera Ya, hoy. Pero Dios, en su bondad, sigue esperándonos, porque si nos convirtiera hoy, moriríamos. Porque no estamos preparadas para llegar a la plenitud de Jesucristo.

Dm. Columba Marmion escribió diciendo que “la lucha de los cristianos por la conversión es ya la santidad y que lo que nosotros, a veces, llamamos santidad es perfección”. Cuando una persona, después de luchar mucho tiempo llega a la perfección, en ese momento Dios la lleva consigo.

También en el noviciado estamos viviendo esta paciencia entre nosotras. Decimos muchas veces que cada persona es única, pero aceptar a otra que no es “yo”, es sacrificio, pero es el amor de Dios que estamos viviendo. Porque aunque somos distintas, es un signo que nos aceptemos como hijas de Dios y hermanas de Jesús.

Thomas Merton escribió que aunque los santos vivieran juntos tendrían que sufrir porque cada uno en su santidad sigue su camino y la vida comunitaria tiene una parte de “martirio”.

Al ver cómo las hermanas mayores siguen viviendo la paciencia como signo de amor, y las jóvenes también, me digo que por eso el Reino de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para la viña. Salió otra vez a media mañana, salió de nuevo hacia el mediodía, salió al atardecer…escogió a los que quiso y les pagó a cada uno un denario. (Cf. Mt 20, 1-16). Bien lo dice San Benito en la Santa Regla: todos tenemos las mismas armas para el combate espiritual, para luchar por el Reino de Dios. Esta paciencia, aunque la vivimos de una manera distinta, lo más importante es la buena voluntad que hay en todas y seguimos por la senda de sus mandamientos con amor, y todas juntas lleguemos a la vida eterna. Amén.

Hermana Fides de Burundi



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