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Cómo ¡Vivir! Cómo ¡Celebrar!- 3ª PARTE

LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS Y LA VIDA- por Madre Ana

FOTOEn la sillería, durante el oficio divino.

En la sillería, durante el oficio divino.

Final de la exposición de Madre Ana:

FOTOCompartiendo la celebración de Vísperas.

Compartiendo la celebración de Vísperas.

VIVIR DE LA LITURGIA

 Llegamos a la última etapa de nuestro recorrido, retomando la pregunta con la que comenzábamos ¿las celebraciones, por vivas que sean, transforman la vida de los monjes y monjas???
Podrán hacerlo si sabemos fundamentar nuestra vida en la celebración litúrgica.
En la Instrucción general del Misal Romano hay una frase muy significativa:

“La Iglesia pretende que los fieles, no solo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que también aprendan a ofrecerse a sí mismos y día a día se perfeccionen, por la mediación de Cristo, en la unidad con Dios y entre ellos, para que finalmente Dios sea todo en todos”
Por tanto la vivencia de la liturgia debe implicar una transformación personal, una apertura y una docilidad a la gracia recibida en la celebración que lleve a una vivencia más intensa del compromiso cristiano, esto no es ciertamente asunto de un día, sino que esta apertura y docilidad es labor de toda una vida; y aunque sea una obra de Dios en nosotros, él siempre quiere contar con nosotros.

Llevar a la vida lo celebrado se entiende desde estos dos planos diferentes pero complementarios: la liturgia como fuente de contemplación y por otro, de transformación.
a)   Como fuente de contemplación: Como es bien sabido la celebración litúrgica no agota la vida espiritual de los cristianos. Debe nutrirla e informarla también en los momentos de oración privada, de encuentro personal con Cristo. Si sabemos hacer de la liturgia el alimento de nuestra intimidad con el Señor, ésta se convertirá en una escuela de contemplación. El uso de los textos litúrgicos como fuente de meditación lectio divina y oración ayuda por un lado a interiorizar estos textos y por otro a vivir a nivel personal lo que se celebra en la liturgia.
b)   Como fuente de transformación: sí, la vida transformada en seguimiento de Cristo por la liturgia, aceptando que somos seres limitados y frágiles, sin embargo no podemos admitir un divorcio entre participación en la liturgia y vida moral. Si la vida diaria de un cristiano se desdice de ese nombre, algo falla en la vivencia de las celebraciones litúrgicas. Si estamos celebrando a Cristo constantemente, no podemos vivir como si Cristo no fuera el dueño de nuestras vidas.

 SUGERENCIAS PRÁCTICAS
a)   Aprovecharse de las resonancias de la Palabra de Dios proclamada en la liturgia. Muchas veces sin quererlo, esta Palabra nos da la soluciónorganista a algún conflicto vital o situación compleja que vivimos. No dejemos de escuchar a Dios que nos habla en su Palabra.
b)   Hacer de la celebración una mina de oración, para el resto del día. Salmos, lecturas, cantos, antífonas, todo ello puede servirnos para llevar el corazón orientado  hacia el Padre, por Jesucristo en el Espíritu Santo. Esto nos hará vivir en la presencia de Dios.
c)   No hay que despreciar los pequeños actos de voluntad. Por ejemplo, rezar el Padre nuestro en laudes, vísperas, o en la eucaristía, no es  algo superfluo, pues implica un compromiso por nuestra parte, de intentar perdonar a los que nos ofenden…entre otras cosas…

CONCLUSIÓN
La espiritualidad litúrgica implica un tomarse en serio lo que celebramos y un esfuerzo por dejarnos transformar. Eso vendrá determinado por el grado de preparación  con el que acudimos a la celebración, y con el grado de conciencia con el que la vivimos. Así, vivir la liturgia es en el fondo, disfrutarla, saborearla, y grabarla en nuestro corazón, para que este corazón frágil, inclinado siempre al pecado,  se abra a la gracia de Cristo y se vaya transformado a su imagen. Solo así tendremos vida más allá de la celebración.



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