Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
Una hermana guía la visita
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Monje en su tiempo de lectio divina
Nos urge situarnos en el momento presente, en nuestro caso: ¡Llega el 11 de Julio!... para nosotras significa la oportunidad de un reencuentro especial con Nuestro Padre Benito.
Un par de hermanas se han ofrecido a compartiros en unas líneas lo que van rumiando en su jornada monástica sobre esta figura del Monacato occidental, que tanto representa para nosotras, siendo un referente en nuestra vida.
Transcurren nuestros días volviendo una y otra vez sobre su Regla, único texto que contamos de san Benito, y encima redactado no personalmente si no ayudado por otros hermanos.
Se impone un constante retorno a la Santa regla para ir desentrañando la sabiduría que encierra. No os extrañeis por tanto de que, poco a poco- como en cuenta gotas- vayamos añadiendo algunos comentarios y testimonios de nuestro estudio.
No tenemos grandes pretensiones, nosotras partimos de ser unas pobres discípulas de este gran maestro, pastor, médico, y sobretodo, PADRE.
SAN BENITO- PATRONO DE EUROPA
Mis queridas hermanas: acercándonos ya a la solemnidad de San Benito quiero compartir con vosotras las reflexiones que este santo me ofrece a mí hoy, aquí y ahora en el capítulo VII de la Santa Regla sobre la humildad.
El primer paso de este capitulo denso y enjundioso es sin duda, el conocimiento de Dios y de uno mismo. Para conocerle, hay que escucharle, amarle. La primera frase que escucho al comienzo del prólogo de la santa regla es esta:”Escucha, hija”, atiende a las palabras de la sagrada Escritura:”Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Las he leído y meditado cantidad de veces, pero creo que no las he escuchado y profundizado debidamente, como dichas para mí; ya que esta temporada tienen un eco nuevo y constante en mi corazón. Es el tiempo de la gracia. He escuchado su mensaje; ahora el Señor espera mi respuesta.
Perdón Señor, por no haberme fiado de ti cuando en mi desamparo te decía: ‘Señor, ¿donde estás?, ¡no te encuentro por ninguna parte, mucho menos como PADRE!’. Sin embargo, tú me has salido al paso, recordándome que no estoy sola, que mis luchas cotidianas, incluso mis debilidades y pecados no son para echarlos a la papelera sin más, sino para reconocerlos con humildad, y ponerlos en tus manos de Padre para que los transformes en GRACIA. Sin ti, nada, Señor, -me lo dice la experiencia- pero, contigo Lo que quieras; no me dejes sola, ya sabes que soy débil. Os pido oraciones, hermanas, para mi conversión; GRACIAS.
San Benito nos instruye más con el testimonio de su vida que con sus palabras y escritos. Sabemos que estudió en Roma, pero debido a la vida tan disoluta en que vivían muchos de sus compañeros de la época, decidió dejar los estudios, para no caer en los mismos errores. Tan solo quería agradar a Dios. Con estos buenos deseos se retira a las montañas de Subiaco, en busca de soledad y silencio, para alimentar y fortalecer su vida cristiana. Muy pronto se unieron hermanos deseosos de formar pequeños monasterios.
Estas primeras experiencias como ermitaño y vida comunitaria, fracasaron, pero él, de los propios fracasos supo sacar partida, y le sirvieron para afianzar su confianza en Dios y adquirir un mayor grado de madurez que se refleja en su siguiente etapa.A los 40 años de edad abandona Subiaco, con el deseo de construir una escuela del servicio divino en la que, guiado por el Evangelio, el monje busque sinceramente a Dios, con la ayuda de sus hermanos. “Al que ama, todo le sirve para el bien” (Rom 8,28)
Fundador del monacato occidental en el siglo VI, ‘La obra del santo, en especial su Regla, fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió con el paso de los siglos, mucho más allá de los confines de su patria y de su época, el rostro de Europa’.
Como broche final: En el capítulo 72 de la Santa Regla, San Benito nos invita a «no anteponer nada a Cristo», y que «Él nos lleve a todas juntas a la vida eterna».
Por María, y con María: ¡GLORIA AL SEÑOR!
Sor Presentación
La Regla de san Benito nos habla de un hombre sabio, maduro e integrado, un hombre que puede olvidarse de sí mismo porque ha contemplado a Dios, y que desde Dios ve todo en su perspectiva correcta.
Por su sabiduría, la Regla es un testimonio de la integración del ‘anima’, y de la madurez de Benito.
Todas sus instrucciones reflejan la bondad y el amor de un padre. Muestra comprensión para con el individuo. Como una madre, acepta a cada uno, especialmente al débil y al enfermo. La Regla es el testimonio de un hombre que ha llegado a ser uno consigo mismo, que vive en unión con Dios, y por eso, puede facilitar la unión entre los hombres.
Y es hermoso cómo Benito muere rodeado de sus hermanos sostenido y apoyado por la comunidad. Es bueno morir en una comunidad así, porque entonces uno siente valor para el paso solitario por el umbral de la muerte.
Benito exhaló su espíritu en Dios. Ahora Dios puede llenarnos de este espíritu para que también nosotros podamos vivir como Benito; seremos siendo uno con nosotros mismos y con Dios, llenos de amor a los hermanos, y con alegre esperanza. De esta manera, Benito ya ‘bendito’ llegará a ser una bendición también para nosotros.
Sor Aránzazu
Monasterio Cisterciense
Santa María la Real