Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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Sor Aurora como preparación a la navidad

Con gran naturalidad nos compartió esta reflexión

FOTOSor Aurora en nuestra capilla.

Sor Aurora en nuestra capilla.

Voy a compartir lo que me suscitaron las reflexiones de Thomas Merton a propósito de LA PAZ
Dice: Bienaventurados los Pacíficos.

 Jamás se ha hablado tanto de paz como ahora, y jamás ha habido tan poca paz en el mundo.

¿La paz es necesaria en la vida monástica? Sí que es necesaria, porque donde no hay paz no hay vida. La paz es alimento del alma de cada cristiano. ¿Por qué necesitamos la paz en nuestra vida monástica? Imitación a Nuestros Padres del Desierto. Hay algunos signos sobre a una persona que la paz interior y exterior.

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Un monje que lleva la paz consigo lo vemos en su manera de actuar, de hablar, de trabajar, de comunicación con los demás. El que no tiene paz no tiene alegría. La paz es la madre de alegría. Cuando no tengo la alegría exterior, se nota que ‘mi niño’ interior está muriendo, porque le falta el alimento exterior (evocando lo que nos decía el Padre David en nuestros Ejercicios espirituales). Ese niño mío es mi alma.

 Cuidar 'mi niño' y alimentarle, necesito evitar lo que le hace daño que son:
La tristeza, la angustia, la cólera, la envidia, los malos pensamientos de las demás …buscando lo que le ayuda a crecer que es vivir el EVANGELIO, en el cumplimiento de la caridad fraterna y el amor mutuo. Thomas dice: ‘Mientras hay entre los hermanos envidia y discordia; ¿No es verdad que son carnales y viven a lo humano?’ Esta es la razón por la que el mundo no puede dar la paz a nadie. No tendremos paz con nosotras si no somos capaces de hacer el sacrificio que exige la paz. Igual que yo misma no puedo estar en paz con las demás sin tener la paz conmigo misma.
Cuando tengo pecados o conflictos con las demás, estos son enemigos de mi alma. Para encontrar la paz, la paz en Cristo, tenemos que desear que los demás tengan paz como nosotras y estar dispuestas a sacrificar algo de nuestra propia paz y fidelidad para que las hermanas puedan tener paz y ser felices. La verdadera paz la encontramos en el verdadero amor. La paz exige donde los hombres, que podrían ser enemigos, se hacen en cambio amigos por la renuncia de sí mismos. Una monja es antes que nada una persona o una mujer de paz interior y exterior. Todas somos llamadas por Dios para ser mensajeros de su amor y constructores de paz en nuestra comunidad y en todo el mundo creyente. Seamos como samaritanas que llevan la salvación a un mundo que está desangrándose y muriendo por las heridas de la persecución o de la guerra. Para vivir todo eso en nuestra vida diaria, debemos construir o sembrar la paz en nuestra casa interior, donde está ‘nuestro querido niño’ y cuidarla en la comunidad en que vivimos.

 El contemplativo construye en su monasterio una Jerusalén espiritual, imagen de la ciudad de Dios en el cielo, ciudad espiritual de la paz. No puedo dar lo que no tengo, tampoco desear que las demás me lo den. Primero tenerlo en mí misma y luego lo llevo a otra. Una monja en sí, para vivir con toda tranquilidad como persona de paz, tiene que olvidarse de sí misma y de su capacidad de “edificarse”. Tiene q. perderse en Dios, en su comunidad, en su oración, en su trabajo, perderse en la sencillez de su alma pura. En la acción y en la contemplación, una monja es más importante por lo que ES que por lo que HACE. Intentemos hacer como Dios hace, amar a todos los hombres como Él los ama. Por los frutos de caridad conoceremos que somos hijas queridísimas de Dios. Viviendo la paz interior, contemplamos muchas maravillas que hizo Dios al hombre y en Él.

El punto de San Benito es que tanto la acción como la contemplación son necesarias en la vida monástica. Como afirma San Bernardo “María y Marta son hermanas y tienen que vivir juntas en paz en misma casa”. En nuestra comunidad nos identificamos en estas figuras: una María otra Marta. Todas caminamos hacia Dios. De esta manera buscamos la conversión de nuestras costumbres monásticas. Este es el trabajo de un monje o una monja que dura toda su vida monástica… hasta a la muerte. “DESDE A LA CUNA HASTA A LA TUMBA”.
Estamos todas, mayores y jóvenes, en la escuela de caridad. En todo caso el monasterio es una escuela de caridad, en la que vivir en paz unas con otras, en la que aprender el amor, no en los libros, sino en el libro de la vida misma, que es el Corazón del SALVADOR, JESUCRISTO. Este es el libro viviente, escrito no en papel, sino en Dios mismo y en los corazones de los hombres purificados y movidos del Espíritu Santo. En la escuela de Caridad buscamos a Dios que significa: Aprender la lección; Renunciar a la propia voluntad, al apego a nuestras propias ideas para vivir de la Fe y seguir el camino estrecho de la NEGACIÓN DE SÍ.

 En la escuela monástica aprendemos a vivir la disciplina monástica. La disciplina monástica da a la monja un dominio sobre su libertad, para que llegue a ser capaz de una entrega plena que es la Caridad. La disciplina monástica coloca nuestras voluntades bajo el signo y guía del Espíritu Santo. Vivir la disciplina monástica para mí, que estoy empezando esta vida monástica, pienso que es vivir y seguir el horario de la comunidad y todo lo que me mandan. No sé si puede ser eso.

 En la escuela monástica de la caridad llevamos las unas las cargas de las otras, y la mayor de todas es precisamente la del conflicto interior y la de la inseguridad. Una escuela de caridad una escuela de verdadero caridad, es también una escuela de libertad. Es para los hombres maduros y responsables, no para chiquillos que buscan echar su carga de responsabilidad sobre los hombros ajenos, dice Thomas Merton. En la escuela de caridad, una persona siempre aprende a amar para ser amada. San Agustín dice: “AMA Y HACE LO QUE QUIERAS”. En nuestra escuela, todas somos elegidas por Dios Padre Nuestro. Tener vocación es algo completamente diferente a seguir a una carrera en la búsqueda de Dios.
 Nuestra vocación no es obra humana, sino de Dios. San Benito con su sencillez habitual, establece en su Regla las cuatro señales principales de aptitud para la vida monástica:
El novicio tiene que buscar sinceramente a Dios.
El novicio tiene que ser obediente.
Una verdadera vocación es que el novicio sea un hombre de oración.
Para tener una auténtica vocación monástica, la persona debe apreciar el valor de la humillación y de la pobreza espiritual.

 Dice también San Benito que el monasterio no es un lugar apropiado para gente muy nerviosa que fácilmente se ofende “No se lleva bien con las demás”. Al venir al monasterio, una persona siente el deseo de entregarse a Dios en esta vida escondida, y pretende sinceramente buscarle tan sólo en el monasterio, confiando en que el Espíritu Santo le ayudará a llevar a cabo lo que el hombre solo no puede, pidiendo incesantemente el don de la vocación monástica.

 paloma pazSi continuo, no voy a terminar con los escritos de Thomas, hombre de Dios. Son impresionantes y maravillosos. Si se puede me gustaría que los reyes magos me regalaran este libro, porque tiene todo para que una persona, con la gracia de Dios, pueda avanzar en su vocación monástica.
He cogido este tema de la paz monástica y algunos puntos que están contenidos en ella, para que nos ayude a recibir la PAZ de Dios que está ya cerca:“JESUCRISTO EL HIJO DE DIOS”. Ven Señor JESÚS y danos la paz y la alegría. Termino con esta palabra de Beata Teresa de Calcuta: “Dios amó tanto al mundo que le dio a su Hijo. Esa fue la primera eucaristía.  Don de su Hijo, cuando entregó a Nuestra Señora, estableciendo en ella el primer Altar”. Y luego dice: “Que todos seamos instrumento de paz, de amor y de compasión”.
 La Virgen María la Reina de la paz nos traiga la paz a nuestros corazones por el NACIMIENTO DE SU HIJO REY DE LA PAZ. AMÉN. MARANATHA.      Sor María Aurora.



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